Este lunes 18 de noviembre de 2019, hemos completado un mes desde el comienzo de las movilizaciones en Chile, los intentos del gobierno y los partidos políticos por generar propuestas que las concluyan, no han logrado que, como comunidad, abandonemos las calles.
La crisis que vivimos, no parece ser consecuencia de la afectación de sólo un aspecto de nuestras vidas. Más bien, esta crisis involucra muchos de estos aspectos, tales como: la política, la economía, la salud, el medioambiente, las previsiones, etc. ¿Que tipo de crisis es esta?, que parece tensionar las posibilidades de seguir reproducción lo que a la fecha se ha estado generando.
Hay muchos que sostienen que nuestra condición global actual manifiesta una condición de crisis más profunda que involucra a toda nuestra civilización, es lo que algunos denominan una crisis civilizatoria.
Agregar esta concepción de una crisis global al análisis, lejos de plantear una condición de mayor pesimismo permite reconocer la complejidad e interconexión de las dimensiones afectadas y nos hace posible entender que aquello que esta en juego son las posibilidades de interacción entre todos nosotros y nuestro entorno.
Cuando afirmamos y exigimos la necesidad de un nuevo pacto social, podemos explicarnos este propósito, no porque una nueva Constitución sea capaz de resolvernos mágica e inmediatamente todos los problemas, más bien, sabemos que posibilitará plantearnos las bases desde las que fundamentaremos qué tipo de convivencia deseamos construir entre nosotros y nuestro entorno. La idea de vincular lo que nos pasa con una crisis civilizatoria, nos permitiría reconocer los desafíos que serán parte de las tareas de varias generaciones de nuestra comunidad, que desde luego, nos permitirá imaginar y soñar un futuro que nos exige afrontar los peligros y nos permitirá construir nuestra felicidad, tanto para todos nosotros y para todos los que vendrán.
Hoy en el bueno, el malo y el feo, queremos plantearnos una reflexión de la crisis en Chile como expresión de un evento global de una crisis civilizatoria, que nos exige una mirada amplia e integradora de los problemas.